El test de embarazo ha dado positivo. ¿Y a partir de ahora, qué? Es el momento de que la mujer empiece a cuidarse especialmente, si no lo ha hecho ya, y a realizarse una serie de pruebas médicas. El objetivo de estas es comprobar que la mujer y el feto se encuentran en perfecto estado, y de esta forma poder prevenir o solventar a tiempo cualquier problema. Al menos habrá una ecografía en cada trimestre, con un mínimo de tres a lo largo de la gestación. Desgranamos estos exámenes trimestre a trimestre.
Pruebas en el primer trimestre
Cuando el embarazo se encuentra entre las 8-10 semanas, suele producirse la primera consulta. En ella, el especialista realiza una historia clínica completa de la gestante para saber detalles sobre su salud -enfermedades, alergias, si fuma-, si ha tenido embarazos anteriores y otras cuestiones.
Una primera ecografía, efectuada entre la 8-12ª semana, permite determinar el tamaño del feto y su situación, confirmar la edad gestacional, conocer si el embarazo es único o múltiple, y también diagnosticar complicaciones prematuras como el aborto espontáneo.
En estas primeras semanas se realizan también los análisis de sangre y orina para ver, entre otros parámetros, la función tiroidea y detectar posibles enfermedades infecciosas, como la hepatitis B, la sífilis, la toxoplasmosis o el VIH.
En este trimestre, las principales preocupaciones de las embarazadas tienen que ver con las pruebas que determinan la posible existencia de alteraciones cromosómicas en el feto.
Hacia finales del primer trimestre, alrededor de la semana 12, se indica a todas las embarazadas la realización de la ecografía del pliegue nucal. Se trata de una prueba de detección de, entre otros, el síndrome de Down, que suele ofrecerse a las 11-14 semanas y que mide el espesor de la capa de líquido en la nuca del bebé (translucencia nucal). Esta capa es más gruesa en los bebés con síndrome de Down.
El resultado de esta medición se combina con otra prueba prenatal que se realiza en este primer trimestre de embarazo, el Triple Screening, para detectar posibles anomalías cromosómicas relacionadas con la trisomía 21 (síndrome de Down), trisomía 18 (síndrome de Edwards) y trisomía 13 (síndrome de Patau). Es una prueba no invasiva que consiste en tomar una muestra de sangre de la madre.
Finalmente, todos estos valores se comparan con otros datos relevantes como la edad de la madre, la raza, el peso, y se determina el porcentaje de probabilidades de que existan anomalías cromosómicas. Si el riesgo es alto, se propone a la mujer la realización de una amniocentesis para confirmar el diagnóstico.
La amniocentesis solo se aconseja cuando la mujer tiene un riesgo alto por el resultado del diagnóstico prenatal, por la edad o cuando hay antecedentes de enfermedades hereditarias. Es una prueba invasiva que consiste en extraer una pequeña cantidad de líquido amniótico para analizar las células fetales que flotan en él, por lo que no está exenta de riesgos.
Pruebas en el segundo trimestre
Pasados los miedos y las náuseas habituales de los tres primeros meses, el segundo trimestre suele ser la etapa más dulce del embarazo. La mujer ya siente los movimientos del bebé y se estrecha el vínculo afectivo entre madre, padre e hijo a través de sencillos gestos como las caricias en el vientre, el poner música agradable o hablar al bebé.
A la segunda analítica de rutina del embarazo, se une la prueba de tolerancia a la glucosa (Test de O’Sullivan), en que la embarazada toma 50 gramos de glucosa y se observa cómo su organismo la absorbe. Si la prueba sale alterada, hay que realizar otra más completa.
En la semana 20, tiene lugar otra importante ecografía en la que se estudian los órganos fetales y extremidades, y se buscan posibles malformaciones. Se observa la circulación uterina para comprobar el funcionamiento de la placenta, los riesgos de hipertensión de la madre y el posible retraso en el crecimiento fetal. Además, se mide el cuello uterino para evaluar el riesgo de parto prematuro.
Pruebas en el tercer trimestre
En esta fase, la cercanía del parto despierta nuevos miedos y aparecen molestias derivadas del volumen del vientre que hacen difícil el descanso de la gestante.
La analítica del tercer trimestre incluye los controles habituales de bioquímica y hematología, serología de hepatitis y toxoplasmosis (si no había defensas), y analítica de coagulación. Se busca la presencia de infecciones como la hepatitis y el VIH. Si hay anemia, bastante común en esta etapa, se indicará probablemente un suplemento de hierro.
En la semana 34 se realiza la denominada ecografía de nacimiento, en la que se evalúa cómo se coloca el feto, si su crecimiento es el adecuado y se realiza un estudio del líquido amniótico y la placenta.
Unas dos semanas después, en la número 36, se lleva a cabo un cultivo vaginal para detectar la posible presencia del estreptococo agalactiae, un germen que puede producir infección al bebé. En caso de estar presente, se le administrarán antibióticos a la madre durante el parto.
La semana 40 es la de los registros cardiotocográficos, los denominados monitores, para controlar la frecuencia cardíaca fetal y las contracciones uterinas, mediante unas correas que se atan alrededor de la tripa de la madre. En la semana 42ª se suele inducir el parto si no se desencadena solo.
En resumen, se trata de una aproximación, puesto que el número y tipo de pruebas pueden variar en función de cada caso particular. De entre todas ellas, la ecografía sigue siendo la prueba más importante, pues permite verificar si marcha bien ese proceso complejo y maravilloso que es la gestación y que comienza con el positivo en el test de embarazo.
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