A menudo los padres abrigamos en exceso a nuestros hijos durante los meses más fríos del año. Sin embargo, el exceso de ropa puede resultar tan nefasto como todo lo contrario. Te contamos cómo abrigar de forma adecuada a un bebé y a un niño pequeño en invierno teniendo en cuenta varias circunstancias como la edad del niño, el lugar en el que estamos o si les llevamos en cochecito o en una mochila portabebés.
Riesgos de abrigar demasiado al bebé
En la época del año de bajas temperaturas, es normal que todos los padres quieran mantener a sus hijos bien abrigados porque el frío representa un riesgo para la salud de los niños. Sin embargo, estar «bien abrigado» significa que la cantidad de ropa que se debe poner al niño debe ser la adecuada y no más de la necesaria. Para los pequeños, el exceso de abrigo puede ser tan peligroso como su carencia.
El riesgo más común de abrigar en exceso a un bebé o a un niño pequeño es provocarle fiebre. En este sentido, cuanto más pequeños son los niños, más vulnerables se muestran. Los recién nacidos no pueden regular su temperatura y si los abrigamos demasiado o los mantenemos en ambientes en muy calurosos pueden llegar a tener fiebre. Además, sobre todo en el caso de los bebés prematuros, consumirán energías extras para tratar de equilibrar su temperatura, lo cual les dificultará ganar peso.
Otro riesgo es el desarrollo de sudamina, una erupción en la piel relacionada con el calor, que generalmente se produce en verano pero también puede surgir como consecuencia del exceso de abrigo en épocas invernales. Por último, el exceso de abrigo es uno de los factores asociados con el síndrome de muerte súbita del lactante. Arropar demasiado a los bebés puede incluso llegar a causarles asfixia. Por todos estos motivos, abrigar más no quiere decir abrigar mejor.
Cómo abrigar a un niño según su edad
Durante el primer mes de vida de un bebé, cuando aún no son capaces de regular por sí mismos la temperatura corporal y todavía se están adaptando al ambiente fuera del útero materno, los neonatos necesitan estar bien abrigados para no sufrir un cuadro de hipotermia. Una regla sencilla a la hora de vestir a los recién nacidos es ponerles solamente una capa más de ropa de la que llevamos nosotros, pero del mismo grosor.
También debemos prestar especial atención a las zonas del cuerpo más sensibles de hacerles perder el calor corporal: la cabeza, las manos y los pies. Por eso, aunque el pequeño nazca en verano, es frecuente que en los hospitales se les vista con patucos, manoplas y gorritos de algodón fino.
Una vez pasadas las primeras semanas de vida, los niños no son más sensibles al frío que los adultos. Si nosotros no necesitamos salir a la calle en invierno vestidos como para ir a la nieve a esquiar, ellos tampoco.
El termostato de los niños es igual que el nuestro: sienten el calor o el frío con la misma intensidad. Además, como los pequeños suelen ser más activos que nosotros, su actividad física les permite entrar en calor mucho mejor que a nosotros.
El lugar y la actividad son importantes
No es lo mismo vestir a un niño para estar en casa que para montarse en el coche e ir al supermercado o para salir a jugar en los columpios. También deberás tener en cuenta el grado de actividad que va a tener el pequeño. Si, por ejemplo, va a estar sentado en un cochecito de paseo o, por el contrario, va a estar correteando a sus anchas por el parque.
Lo normal es que hagamos varias actividades diferentes en el transcurso de un mismo día. En caso de duda y para evitar dilemas, podemos llevar a cabo el truco de las capas. En climas muy fríos lo mejor es utilizar distintas capas de ropa, aunque sean capas livianas. Este remedio casero contra el frío es muy efectivo porque entre una prenda y otra se crea una mínima película de aire que tiene un efecto aislante.
El sistema de capas, además, nos permite ir adaptando la ropa de abrigo a las necesidades del niño en función de la temperatura del cine, el parque, la casa o el salón de los abuelos.
Recuerda que, a la hora de montar a un bebé en el coche, no es recomendable ajustarle el arnés de seguridad de la sillita con el abrigo puesto, ya que el sistema de retención infantil podría no ajustarse a su cuerpo tan bien como debería. En este caso, es mejor caldear el interior del vehículo antes de empezar a quitarle capas de ropa.
De paseo en cochecito
Si el bebé va en un cochecito cubierto de un saco de invierno o abrigado con el cobertor como si estuviera en su cuna, es importante valorar la ropa que lleva. Quizás no sea necesario ponerle también un abrigo Depende del frío que haga será necesario eliminar capas de ropa o no. También podemos contar con el plástico para la lluvia y utilizarlo en casos de viento extremo.
Si se trata de un niño pequeño que va a salir de paseo en una sillita, es recomendable que en invierno lleve un saco para cubrirles las piernas que mantenga el calor corporal en sus extremidades. En este caso, sí debemos abrigar al niño lo suficiente como para que no pase frío mientras permanece sentado e inactivo durante el paseo.
Cuando porteamos a un bebé
En caso de que porteemos a un bebé, es importante recordar que nosotros daremos calor al bebé al estar en contacto con nuestro cuerpo. Por lo tanto, no hemos de abrigar en exceso las partes de su cuerpo que apoya sobre nosotros y preocuparnos más de las que lleva al aire como la cabeza, las manos y los pies.
Las chaquetas y abrigos de porteo son especialmente recomendables ya que rodean al mismo tiempo a la madre o padre que lleva al pequeño, y al propio niño. De esta forma, el calor que los dos cuerpos generan al estar en permanente contacto proporcionará un agradable clima en el interior de la prenda que ambos comparten.
A la hora de dormir
Para dormir, no hay que pasarse. Si el hogar dispone de una climatización óptima, es mejor que los pequeños se sientan cómodos a la hora de descansar en lugar de estar sudorosos o aprisionados por el exceso de ropa o el peso de las mantas superpuestas. Para los bebés, sobre todo, no es seguro dormir con demasiado peso sobre ellos. El exceso de ropa en la cama es un factor de riesgo importante.
La temperatura adecuada en una habitación para todos los niños menores de un año debe ser de entre 20 y 24 ºC. Si disponemos de una buena termorregulación, podemos poner al niño un pijama normal y corriente para dormir. Si, por el contrario, estamos pasando la noche en una casa cuya temperatura es inferior, habrá que suplirla abrigando al niño convenientemente.
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