Las personas con este hábito asocian este gesto con algo que les tranquiliza y les libera de tensiones. Normalmente, desconocen que al morderse las uñas están eliminando la cutícula, que tiene una función protectora de los tejidos alrededor de la uña y que además evita posibles infecciones que se pueden transmitir a la cavidad oral. Las bacterias, virus y hongos que están normalmente en nuestras manos y uñas, con el acto de morderse las uñas, pueden llegar a producir una infección en la boca. Por ello, se recomienda no introducir las manos en la boca.
Además, las uñas son duras, así que cuando se muerden provoca un exceso de estrés en dientes y encías, lo que podría resultar en la rotura de los dientes y enfermedades periodontales (que pueden llegar también a conllevar la pérdida de piezas).
Si ya se ha provocado un daño en los dientes, lo primero que debemos hacer es pedir ayuda profesional para acabar con el hábito y, en segundo lugar, acudir al dentista para que pueda tratar la afectación de la dentadura, o al periodoncista si son las encías las que están afectadas.
El tratamiento de este problema requiere una actuación precoz con el fin de evitar que se cronifique. De hecho, cuanto más pronto se detecte más fácil será controlarlo. Por ejemplo, si una persona se muerde las uñas cuando está ansiosa, se le enseña a poner en práctica alguna técnica de relajación, mostrándole cómo controlar el pensamiento con el fin de aprender a realizar una actividad que sea incompatible con el hábito.
En el mercado existen algunos productos que tienen la función de hacer desagradable el acto de morderse las uñas, aunque para algunos pacientes puede ser útil su uso, lo cierto es que muchas personas acaban acostumbrándose a su sabor, por lo que esta solución no siempre es efectiva.
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