Seguramente has oído hablar de ellos, los has visto en algún familiar, amigo o conocido, o incluso los has sufrido en carne propia. Y es que los flemones dentales son uno de los problemas bucales más frecuentes y dolorosos. Los abscesos dentales, como se los denomina en la terminología médica, son una acumulación de pus o de material infectado que se produce junto a un diente o una muela cuya raíz ha quedado afectada por una infección bacteriana que no encuentra salida. El pus queda en forma de depósito causando una molesta inflamación, que es lo que coloquialmente se conoce como flemón dental.
Posibles causas
El origen de la infección bacteriana que desemboca en un flemón puede ser diverso. Entre las causas principales figuran una necrosis, es decir, la muerte del tejido que está dentro de las raíces dentarias por una caries profunda (nervio y vasos); un traumatismo que lesiona el tejido del interior de la raíz dentaria (nervio y vasos); o una patología infecciosa procedente del tejido que rodea el diente, como la enfermedad periodontal.
Síntomas
El flemón se acompaña de una serie de síntomas muy específicos:
- Dolor. Es uno de los signos más evidentes del flemón. Es por ello que la mayoría de imágenes que representan esta dolencia suelen mostrar a la persona que lo padece con la mano protegiéndose la cara. Los pacientes suelen sentir rápidamente las molestias, que empiezan ya en el momento de la masticación. Más adelante, el dolor puede irradiar también hacia la garganta o el oído, pudiendo llegar a ser continuo, agudo o pulsátil, sin necesidad de realizar ninguna acción ni gesto.
- Inflamación. El dolor y la inflamación van de la mano. Parte del rostro se abulta, se inflama, mostrando una deformidad bastante notable y característica de los flemones. El absceso dental puede conllevar también la inflamación y el enrojecimiento de los ganglios de la oreja y el cuello, y puede provocar incluso fiebre.
- Mal aliento. Otra característica es que produce un sabor desagradable y halitosis debido al pus y a las bacterias de la infección.
- Sensibilidad. Por último, el flemón también aumenta la sensibilidad dental de quien lo sufre al beber o comer alimentos muy fríos o muy calientes.
Es importante detectar la presencia de un flemón de forma rápida y acudir de inmediato al dentista para que su avance se frene pronto, minimizando los dolores y las molestias en la boca del paciente, y otras consecuencias más graves. Una vez en manos del odontólogo, será éste quien determine la causa de que la infección haya alcanzado la raíz de la pieza dental y determinará el tratamiento más oportuno.
Tratamiento
En primer lugar, se prescribirán antiinflamatorios para aliviar el dolor y la inflamación, así como antibióticos para acabar con la infección. También se puede recomendar la realización de enjuagues bucales con agua tibia (más bien fría) y sal de mesa para mejorar la inflamación y favorecer el drenaje del pus acumulado.
Solo cuando se haya eliminado la infección, se realizará un empaste o una endodoncia en el caso de que el diente se pueda salvar. En caso contrario, la única solución será la extracción de la pieza y la posterior colocación de un implante dental, siempre y cuando el defecto óseo producido no lo comprometa.
Una vez ha desaparecido el flemón dental, será imprescindible tratar la causa que lo ha provocado (caries, periodontitis o traumatismo) para que no se vuelva a repetir la infección y evitar en todo lo posible cualquier tipo de dolencia.
Como en la mayoría de enfermedades bucales, la mejor forma de remediarlas es una buena prevención, empezando por una correcta higiene bucal y siguiendo con las revisiones periódicas, de manera que si hubiera alguna patología, se detecte temprano y no derive en ningún caso en los dolorosos e invalidantes flemones.
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Davinia