Los cigarrillos electrónicos son unos aparatos con forma de bolígrafo diseñados para ayudar a dejar de fumar que entraron en el mercado en 2003 en China y desde entonces han ido ganando popularidad. Funcionan a pilas y utilizan unos cartuchos rellenos de un líquido que la mayoría de las veces contiene nicotina, aromatizantes y otras sustancias químicas. Un dispositivo incorporado en el cigarrillo calienta estas sustancias y las convierte en vapor, que es lo que inhala el usuario. Al no haber combustión, la persona no aspira alquitrán ni monóxido de carbono, como con los convencionales, pero sigue recibiendo dosis dañinas de nicotina y otras sustancias químicas.
Según un informe del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) sobre estos aparatos, “debido a la falta de regulación y controles de calidad, la composición puede variar mucho entre diferentes marcas y dentro de una misma marca”, mientras que su eficacia para dejar de fumar no se ha demostrado de forma científica, ya que todavía no hay suficientes estudios. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que, “hasta que no haya datos certificados por un organismo regulador competente que demuestren que los cigarrillos electrónicos son productos seguros, eficaces y de calidad aceptable, se debería advertir seriamente a los consumidores de que se abstengan de utilizarlos”.
A falta de suficiente literatura científica, lo que es un hecho es que la nicotina que contienen algunos de estos productos, aunque sea en dosis más pequeñas que en los cigarrillos tradicionales, tiene efectos adversos en nuestra salud, también en la bucodental.
Nicotina y recesión de las encías
El tabaquismo es uno de los hábitos que más influyen en la disminución de las defensas naturales para combatir las enfermedades de las encías, como la gingivitis o la periodontitis. Por un lado, la combustión del cigarrillo origina cambios en los tejidos bucales que favorecen la acumulación de bacterias y, por el otro, la nicotina actúa sobre los vasos y reduce su capacidad de respuesta frente a la agresión bacteriana. Así, los fumadores presentan un mayor riesgo de padecer periodontitis. Cuando esta aparece, puede incluso ser más grave.
Nicotina y mal aliento
La nicotina también inhibe la capacidad del cuerpo para generar flujo salival, provocando sequedad bucal. Además, puede irritar las mucosas de la boca y de las vías respiratorias y digestivas superiores, lo que deriva también en sequedad en la cavidad bucal. La saliva es la encargada de eliminar las bacterias de la boca y su ausencia está relacionada con la halitosis, que se da cuando los millones de bacterias que pueblan la cavidad bucal son capaces de producir compuestos sulfurados volátiles de muy mal olor.
Por otro lado, la nicotina (entre otras sustancias que incluyen los cigarrillos electrónicos) se adhiere a la mucosa de la boca, de la lengua y de los dientes, algo que puede originar un olor característico en el aliento y agravar la halitosis.
Nicotina y bruxismo
Aunque la causa principal del bruxismo es psicológica, el problema también puede generarse a partir de otros factores o sustancias, como es el caso de la nicotina, la cafeína o las drogas. En particular, la nicotina se considera un estimulante que dispara los músculos, lo que hace rechinar los dientes con más intensidad y provoca un desgaste considerable de las estructuras bucales.
Asimismo, el cambio en el color de la dentición, generalmente a un tono amarillento, es el signo más evidente y antiestético ocasionado por la acción del tabaco sobre los dientes, lo que es un reflejo del mal estado bucal que puede ocasionar esta adicción. Además, este hábito se asocia a un mayor riesgo de sufrir cáncer oral, siendo esta la patología más dramática de la boca, tanto por su elevada mortalidad como por las secuelas graves y estéticas que genera.
Sin consenso ni informes médicos concluyentes, en algunos países los cigarrillos electrónicos están prohibidos y en otros limitados o permitidos. En España, el Gobierno ha aprobado este verano nuevas medidas en materia de tabaco para adaptar la legislación española a la nueva directiva europea, entre las que se incluye una regulación específica para los cigarrillos electrónicos. Es la primera vez que se regulan en nuestro país estos dispositivos y los líquidos de recarga, en cuyo envase tendrán que aparecer advertencias sanitarias que ocupen un 30% de la cara exterior, según el Ministerio de Sanidad. Su uso está prohibido en colegios, hospitales, edificios de administraciones públicas, servicios de atención al ciudadano y transporte público.
Aunque sus efectos sobre la salud puedan ser menos perjudiciales que los de los cigarrillos convencionales, algo que todavía está por ver, no están exentos de riesgos.
Mantener unas encías fuertes, una dentadura sana, evitar la halitosis y disminuir el riesgo de cáncer bucal pasa sencillamente por abandonar el dañino hábito de fumar.
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