Salud Dental

El gas de la risa: de diversión de caballeros a sedante dental

La curiosa y trágica historia de innovación de Horace Wells, el dentista que preocupado por el dolor de sus pacientes fue pionero de la sedación consciente en odontología y un héroe para los dentistas de todo el mundo.

A pesar de los adelantos e innovaciones en odontología, las extracciones dentales siguen siendo uno de los tratamientos que más imponen a las personas con miedo al dentista. Y si hoy día pasar por el sillón dental para una extracción es, para algunas personas, una mala experiencia, hasta principios del siglo XIX, esta intervención era directamente espeluznante.

Odontología general

Los “sacamuelas” de la época se valían de toda clase de enormes pinzas, ganchos y alicates, capaces de romper o astillar la mandíbula del paciente, o incluso extraer más dientes de los que se proponían. Y por supuesto, sin ningún tipo de anestesia. Los pacientes de los dentistas decimonónicos debían soportar el intenso dolor sin ninguna ayuda, más allá de los licores fuertes.

Fiestas de óxido nitroso o «gas de la risa»

Lo curioso es que en aquella época ya se conocía muy bien un potente sedante, aunque a nadie se le había ocurrido usarlo con ese propósito, sino como una droga recreativa. Se trata del óxido nitroso, o más conocido como “gas de la risa”.

Igual que ocurre hoy, quienes lo inhalaban reían a carcajadas por cualquier motivo y disfrutaban de una gran sensación de ligereza y bienestar. Aunque los efectos no eran siempre los mismos: otros consumidores del supuesto “gas de la risa” no experimentaban más que una sensación de calma y completa relajación.

El óxido nitroso hizo verdadero furor en las primeras décadas del XIX, primero en los salones de los aristócratas británicos y después en reuniones y exhibiciones populares por todo el mundo. Fue en una de ellas cuando un joven dentista estadounidense le encontró al gas de una risa una aplicación mucho más seria.

El descubrimiento del doctor Wells

Horace Wells era un joven odontólogo de Hartford, Connecticut. Brillante en su profesión, Wells era en cambio enormemente sensible al dolor de sus pacientes: no podía soportar los gritos y sufrimientos que les causaba en las extracciones, y estuvo en varias ocasiones a punto de abandonar su carrera por ello.

No obstante, la solución a sus problemas de conciencia iba a revelársele muy pronto. En una exhibición del gas de la risa a la que asistía con su esposa, Wells observó que uno de los voluntarios que había inhalado el gas, se había hecho una enorme herida en la pierna… y no se había dado cuenta hasta que alguien se lo señaló.

Decidido a explorar las posibilidades del óxido nitroso como sedante bucodental, Wells no quiso esperar y experimentó consigo mismo: después de inhalar el gas, se hizo extraer una de sus muelas del juicio. Apenas sintió nada.

Emocionado, Wells practicó una docena de extracciones a pacientes que habían tomado gas de la risa, con el mismo resultado: nadie experimentaba dolor alguno. Había hecho un descubrimiento sensacional y era el momento de darlo a conocer al mundo.

Oxido nitroso en el dentista

Ridículo y olvido

La prueba de fuego iba a ser una demostración frente a estudiantes y profesores de Medicina de la Universidad Harvard. Todo estaba preparado, el público expectante… y en cuanto el doctor Wells se dispuso a practicar la extracción, el paciente comenzó a gritar.

No se sabe qué pudo pasar. Parece que incluso el propio paciente aclaró que no chillaba de dolor, pero ya se había armado un revuelo tremendo entre el selecto público de Harvard, que tomó la idea de Wells por un disparate y a él como un farsante.

Perseguido por la vergüenza y el ridículo de sus colegas, Wells acabó abandonando la odontología y dedicándose a la venta ambulante. Acosado por problemas económicos, mentales y su adicción a otro analgésico que estaba de moda en la época, el cloroformo, el doctor Wells terminó con su vida en 1848.

Estatua de Horace Wells, el primer dentista en aplicar oxido nitroso como sedación dental

Reconocimiento

No obstante, su descubrimiento no iba a pasar desapercibido. Poco a poco, los dentistas norteamericanos fueron extendiendo la práctica de sedar a sus pacientes con gas de la risa, y en unos años, ya era una práctica generalizada.

En 1864, veinte años después de su muerte, la Asociación de Dentistas Americanos le conmemoró como el descubridor de la anestesia moderna y premió a su familia con 100.000 dólares de la época, un reconocimiento al que se unió la American Medical Association seis años más tarde.

Además de un monumento en su Hartford natal, la Federación Dental Internacional quiso homenajear a su héroe en 1910, dedicándole una estatua que aún puede visitarse en París.

La sedación dental hoy

Hoy, la sedación con “gas de la risa” (que en odontología recibe el nombre de sedación consciente inhalatoria es un procedimiento complementario a la anestesia, que muchas clínicas dentales utilizan sobre todo para calmar a los pacientes con miedo al dentista.

Aunque hoy los protocolos y los aparatos son muy distintos a los del siglo XIX, y la dosis se controla de forma mucho más precisa, el principio de la sedación consciente inhalatoria es exactamente el mismo que descubrió el doctor Wells: el primer dentista que, preocupado por el dolor de sus pacientes, fue el primer innovador de la odontología moderna.