Bienestar, Salud

Ocho errores comunes al ponerse las lentillas

Estos son los fallos más frecuentes en la colocación de las lentes de contacto y algunos consejos e indicaciones para evitarlos. Porque la salud ocular es lo primero.

Si bien llevar lentillas es una opción muy cómoda para aquellos usuarios con miopía, astigmatismo y otras afecciones oculares, lo cierto es que no todos los que las han probado se muestran satisfechos con ellas. Un asunto en el que, además de las características del propio ojo, pueden llegar a intervenir factores tan diversos que abarcan desde las dimensiones de la propia lente y su composición, hasta otros relacionados con su colocación en el ojo.

Y es en esta última en la que nos centraremos hoy, pues existen una serie de factores y errores capaces de condicionarla. De hecho, algunos de ellos pueden acabar siendo tremendamente peligrosos. Razón de más para conocerlos y aprender a evitarlos. Estos son algunos de los que se producen con mayor frecuencia.

Olvidarse de la higiene

lentillas

Lo primero que deberemos tener en cuenta a la hora de introducir la lentilla en el ojo es la higiene. Lavarnos las manos con jabón y enjuagarlas a la perfección será fundamental. Sin embargo, la suciedad no es el único agente perjudicial, sino que también pueden irritarnos los restos de cremas y lociones. Secarlas con una toalla o paño que no deje pelillos es otro imprescindible.

Asimismo, tomaremos precauciones al abrir el estuche donde las guardamos, procurando que este se encuentre en una superficie lisa, lejos de agentes contaminantes que pueden llegar a depositarse accidentalmente en el líquido. Una alternativa muy recomendable es enjuagarlas con un chorrito de la solución limpiadora directamente sobre la yema del dedo e inclinarlas para que caiga el sobrante.

Precauciones con el estuche de las lentillas

Mantener el envase en perfectas condiciones también resultará básico. De hecho, es probable que el propio líquido se cristalice y llegue a dañar la lentilla. Para evitarlo, enjuágalo regularmente con agua y déjalo secar boca abajo. Otra opción es introducirlo en el lavaplatos.

No obstante, deberías cambiarlo al menos cinco veces al año, algo bastante sencillo si tenemos en cuenta la duración media de los líquidos limpiadores –de unos tres meses una vez abiertos- y que estos suelen incluir uno de repuesto.

Cuidado con el maquillaje

lentillas

Si hablamos de higiene no podemos dejar de referirnos a aquellos agentes externos que pueden acabar contaminando la lentilla en el justo momento de introducirla en el ojo. Y más allá de los productos o restos que pueden quedar en las manos y los dedos, cabe mencionar el maquillaje.

Así, el rímel, el delineador de ojos y las sombras pueden dejar partículas al introducirlas en el ojo; bastará con un roce para contaminarlas, sobre todo si nos hemos pintado cerca del lagrimal, con abundante producto o similares. Los correctores antiojeras, sobre todo si tienen mucha cobertura, son otros posibles agentes peligrosos.

Por fortuna, evitar este tipo de incidencias es fácil: bastará con que te maquilles cuando ya las lleves puestas. Si esperas un rato para descartar problemas, tanto mejor (a veces las molestias no se producen inmediatamente). Además, existen accesorios que permiten sujetar las pestañas de tal forma que se evite todo contacto con el ojo propiamente dicho.

Asimismo, no olvides desmaquillarte exhaustivamente antes de quitártelas, pues podrías ensuciarlas. Hazlo de manera exhaustiva para no tener problemas a la mañana siguiente cuando repitas el proceso.

Frotarse los ojos o ignorar las incomodidades

En cuanto a las molestias, lo primero que debes saber es que unas lentillas nunca deberían causarte incomodidad. Si sientes picores, irritación y similares, ves borroso o sientes que se mueven demasiado, quítatelas, no ignores los síntomas. Puede deberse a varias circunstancias (que no se adapten bien a tu ojo, que te las hayas puesto del revés, que se haya colado una burbuja de aire, que el tamaño sea inapropiado, etcétera).

Tampoco conviene frotarse los ojos pues, de haberse introducido algo de suciedad junto con la lente, podríamos acabar provocándonos una herida o úlcera en el ojo, algo muy doloroso y con repercusiones permanentes en nuestra salud ocular.

Ponerte las lentillas al revés

lentilla

También puede ocurrir, especialmente si hemos transportado el estuche y las lentes han acabado girándose fruto del movimiento, es que nos las coloquemos del revés. Aquí cabe comentar que esto solo es posible con las blandas, pues la estructura de las duras no resulta flexible en absoluto. Algunos efectos de hacerlo son la visión borrosa y las molestias; algo que no deberías ignorar.

En todo caso y antes de introducirlas en el ojo, inspecciona la lentilla lateralmente. Para hacerlo, sitúala en la punta del dedo y acércala a tu rostro. En la posición correcta esta debería tener una forma ovalada, un poco plana. Si se parece más a una V es probable que se encuentre girada.

También puedes llevar a cabo la conocida como prueba del taco o la medialuna. Esta consiste en sujetarla entre el índice y el pulgar y en ejercer un poco de presión sobre ella, doblándola ligeramente. La lente debería formar una media luna, con los bordes apuntando hacia arriba. Algunos fabricantes incluyen una pequeña numeración para facilitar el proceso. Los números deberían figurar boca arriba. Con las de color la identificación también puede dárnosla el borde.

Ducharse con ellas (o nadar con ellas)

Directamente relacionado con el punto anterior nos encontramos ante otro supuesto: ducharse o nadar con las lentillas puestas; una pésima idea. Y es que el agua presente en estos entornos puede contener un microorganismo conocido como Acanthamoeba que, de alcanzar los ojos podría causar desde infecciones muy dolorosas hasta, incluso, ceguera.

En este punto cabe comentar que cualquiera podría verse afectado. Sin embargo, los usuarios con lentillas son más vulnerables a sus estragos. ¿La razón? Que estas causan pequeños arañazos en la córnea (que habitualmente carecen de importancia) que los expone en mayor medida.

Guardarlas en agua o saliva en caso de emergencia

lentillas

En el caso de que tengas algún problema con las lentillas y no dispongas de tu estuche ni de líquido, no las guardes nunca en agua del grifo ni tampoco aproveches la saliva. Contiene cientos de bacterias y, además, no las conservará en ningún modo. De hecho, es probable que ni siquiera puedas introducirlas de nuevo en el ojo, pues estas acaban pegándose sobre la córnea.

Usa siempre una solución específica para el tipo de lentillas, cámbiala cuando caduque y renuévala cada vez que te las coloques. Teniendo en cuenta que una simple mota causa borrosidad y enrojecimiento, deberías ser muy precavido. Escatimar en gastos no debería sacrificar tu salud bajo ninguna circunstancia.

Otros errores

Más allá de los errores comentados a la hora de ponérselas, no podemos dejar de referirnos a otros muy comunes y también arriesgados. Uno de ellos es el de usar unas lentillas caducadas, más allá de la fecha que aparece en la caja. Para que te hagas una idea, cada lente cuenta con una serie de poros que permiten transpirar al ojo y que, pasado un tiempo, se van cerrando. Alargar el tiempo de vida útil puede conllevar infecciones y tener incluso consecuencias graves.

Tampoco es recomendable colocarse las lentillas recién levantado, sin permitir que el ojo se adapte a la luz, ni hacerlo en aquellos días en los que has dormido poco. Déjalos descansar. Por supuesto, siempre que te acuestes deberías quitártelas. Deja la pereza a un lado y no hagas sufrir a tu córnea, una membrana que necesita oxígeno. Al cerrar los párpados lo que harás es incrementar ese efecto barrera, pudiendo dar lugar a irritaciones en el mejor de los casos y a infecciones como la queratitis microbiana, entre otras.

La cirugía láser ocular después de las lentillas

Al margen de los consejos comentados a la hora de ponerte las lentillas, y para acabar, existen otras opciones interesantes que mejorarán tu calidad de vida. Nos estamos refiriendo a procedimientos como la cirugía láser ocular, una buena alternativa a las gafas y las lentes de contacto. Una intervención poco intrusiva, precisa y segura, cuya duración no suele superar los 20 minutos de duración y que además, implica una mínima recuperación.

En concreto se trata de una cirugía refractiva que modifica la curvatura de la córnea con el objetivo de que los rayos de luz se enfoquen apropiadamente sobre la retina, de manera que podamos ver de forma nítida. Puede hacerse de varios modos: con la técnica lamear o con la técnica de superficie, y mejora notablemente la visión cercana e intermedia. En todo caso, debe ser el oftalmólogo el que determine la más apropiada.