Afecta a los hombres más que a las mujeres y su incidencia suele ser mayor a partir de los 60 años de edad, aunque se registran casos en pacientes mucho más jóvenes. La mayoría de los casos de enfermedad de Parkinson no son heredados: sus causas son desconocidas y actualmente se trabaja en descubrir cuáles son los factores genéticos y ambientales que favorecen su aparición.
Hoy en día no existe una cura para la enfermedad de Parkinson, si bien sí existen medicamentos que mitigan los síntomas de la enfermedad. Además de estos medicamentos, una de las formas más efectivas de mejorar la calidad de vida de los pacientes de Parkinson es a través de la rehabilitación y la actividad física diaria.
Los síntomas de la enfermedad de Parkinson
Los síntomas en los pacientes de Parkinson comienzan a aparecer cuando las células del cerebro que generan dopamina, conocidas como sustancia negra, comienzan a dejar de funcionar y a morir. La dopamina es un neurotransmisor que regula la actividad de las zonas del cerebro que se encargan del movimiento y de la coordinación: con la degeneración de la sustancia negra y la escasez de dopamina, el paciente de Parkinson va perdiendo el control sobre sus movimientos.
Los síntomas de la enfermedad de Parkinson son:
- Temblor en reposo: comienza siendo unilateral, y con el tiempo pasa a afectar a ambos lados del cuerpo.
- Rigidez y falta de flexibilidad en la musculatura.
- Bradicinesia o lentitud en los movimientos: también puede darse acinesia o falta de movimientos espontáneos y discinesia o aparición de movimientos involuntarios.
- Pérdida de reflejos posturales.
La importancia de la actividad física en los pacientes de Parkinson
La actividad física diaria en los pacientes de Parkinson debe estar siempre guiada por profesionales (fisioterapeutas y entrenadores personales cualificados) y debe ir encaminada a mejorar la calidad de vida del paciente, facilitando los movimientos que va a realizar en su día a día. Movimientos que para una persona sana pueden parecer muy simples como sentarnos o levantarnos de una silla se pueden ver dificultados en los pacientes de Parkinson debido a la rigidez muscular.
Recuperar el rango de movimiento de las articulaciones para mejorar el movimiento es uno de los objetivos más importantes en el entrenamiento de los pacientes de Parkinson, así como la corrección y mejora de la postura. Uno de los síntomas más representativos de esta enfermedad es la excesiva inclinación del torso hacia delante, por lo que la corrección postural y potenciación de la musculatura del tronco y especialmente del abdomen, que participan activamente en una buena postura, son temas básicos a tratar en el entrenamiento.
Así mismo, la mejora del equilibrio y de la coordinación a través de ejercicios sencillos también será de gran ayuda para los pacientes. Una mejor coordinación les ayuda a facilitar el movimiento de la marcha, que suele verse mermado debido a la enfermedad.
El fin de todos los ejercicios es el de conseguir que los pacientes de Parkinson puedan ser autónomos y valerse por sí mismos durante el mayor período de tiempo posible, mejorando así su calidad de vida y su relación con las personas y con el entorno.
