Alimentos, Nutrición

Hambre emocional y hambre física: cómo las distinguimos

El hambre emocional no surge como una demanda de nutrientes o de energía, sino como respuesta a situaciones de estrés o ansiedad o al vernos expuestos a un ambiente obesogénico.

Muchas veces, sobre todo cuando estamos a dieta, nos encontramos con una cierta sensación de ansiedad frente a la comida en general o frente a algunos alimentos en particular. Este hecho de tener antojos o de caer en algunos atracones de comida basura cuando intentamos mantener una alimentación saludable y equilibrada está relacionado con el hambre a nivel emocional. Y es que no todos los tipos de hambre son iguales y es importante que sepamos distinguirlos.

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¿Por qué surge la ansiedad y el hambre emocional?

Sufrir ansiedad ante la comida no es nada nuevo: de hecho es algo muy habitual siempre que llevamos una dieta sumamente restrictiva. Los meses cercanos al verano, cuando nos damos cuenta de que hemos pasado la mayor parte del año sin cuidar nuestra alimentación y queremos darle un empujón rápido a la bajada de peso, son los más propensos para que aparezca la ansiedad. Nos sometemos a dietas demasiado hipocalóricas, que excluyen alimentos o nutrientes y que generan poca adherencia y, a corto o largo plazo, aparece la ansiedad por la comida.

Otros factores externos o exógenos también pueden jugar en nuestra contra facilitando la aparición de este hambre emocional: el hecho de vivir en un ambiente obesogénico, rodeados por publicidad que no estimula los buenos hábitos alimenticios, es un escollo que debemos superar. En los supermercados, además, tenemos una gran oferta de productos poco sanos, llenos de azúcares añadidos y grasas saturadas al alcance de nuestra mano; en muchas ocasiones también son más baratos y accesibles que los alimentos que conforman una dieta saludable.

Algunos estados de ánimo como la tristeza o el nerviosismo y las diferentes situaciones de estrés a las que nos vemos sometidos cada día también pueden hacer que se active ese mecanismo de demanda de una recompensa rápida en nuestro cerebro que generalmente llenamos con comida.

¿Cómo distinguimos el hambre fisiológica del hambre emocional?

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El hambre emocional suele aparecer de repente, sin responder a unas necesidades fisiológicas, y suele ser deseo por un producto concreto: chocolate, patatas fritas, chucherías… La mayoría de las veces se trata de comida basura, pobre en nutrientes y muy rica en azúcares añadidos. Son lo que comúnmente conocemos como antojos.

Por otro lado, el hambre fisiológica o hambre física es la que surge como una respuesta de nuestro cuerpo ante la demanda de energía. La conocemos también como hambre estomacal y la sensación que nos produce es, precisamente, la de un vacío en el estómago acompañado en ocasiones de ruidos estomacales. Este hambre «real» no se siente por un producto o alimento en concreto, de modo que podemos solucionarlo con comida saludable: cuando sentimos hambre real podemos comernos una manzana o unas lentejas, algo poco probable en el caso del hambre emocional.

Tipos de hambre

¿Cómo podemos controlar el hambre emocional?

Lo primero es identificar de dónde surge ese hambre emocional, ya que no responde a necesidades físicas: debemos preguntarnos en qué situaciones respondemos acudiendo al supermercado o al frigorífico. ¿Es en situaciones de estrés como antes de un examen o de una presentación en público? ¿Es cuando nos encontramos solos o tristes? Localizando el origen del problema será como podremos poner solución al parche de la comida basura.

Practicar el mindful eating o la alimentación consciente es otra buena manera de mantener el hambre emocional a raya: debemos ser conscientes de lo que comemos en cada momento, evitando las distracciones a la hora de comer como las pantallas de los móviles y tablets o la televisión. Ser plenamente conscientes de qué es lo que hacemos en la hora de la comida nos ayudará a gestionar nuestras emociones frente a ella. Además, es útil saber identificar cuándo aparece el hambre emocional y desviar la atención haciendo otra actividad: hablar por teléfono con alguien, salir a dar un paseo…

No boicotearnos a nosotros mismos también es importante: si sé que me es difícil controlar mi hambre emocional, tener mi despensa llena de galletas de chocolate no me ayudará en nada. Intenta llevar una alimentación saludable y que tu nevera y tu despensa reflejen ese tipo de decisiones.